Un reciente caos se presentó en la Universidad Politécnica de Cataluña, quien denunció a la Academia SOL, entidad especialista en asesorías académicas, por filtrar a través del chat móvil WhatsApp las respuestas de un examen de la asignatura Electromagnetismo.
De acuerdo con una investigación al interior de la universidad, dos estudiantes, que no aparecen matriculados en los registros de admisiones, ingresaron al salón donde se estaba llevando a cabo la prueba; recogieron el examen y abandonaron la clase minutos después para poder revelar las respuestas a alumnos de la Academia que estaban conectados por ese chat.
Otro escándalo se dio en la prestigiosa Universidad de Harvard; “Las respuestas de más de la mitad de alumnos de una clase de 250 personas eran similares e idénticas. Sería el caso más grave en la historia reciente de la prestigiosa universidad” (bit.ly/OHs86s).
Según explicó el decano de la facultad que se vio involucrada en el escándalo, varios grupos de estudiantes estuvieron presuntamente trabajando en conjunto para responder a las preguntas mediante un intercambio de correos electrónicos y mensajes al celular, violando la política de no colaboración que aparecía en el examen.
Lamentablemente los avances de la tecnología, para este caso, se han convertido en el dolor de cabeza de miles de docentes
que han optado por suspender el uso de celulares durante el desarrollo de la clase. No es ilógico pensar que llegará el momento, si es que no está pasando en la actualidad, en que antes de ingresar al aula los estudiantes deberán entregar al profesor sus teléfonos celulares, para evitar cualquier tipo de escándalo que pueda afectar la imagen de la institución.
Son muchas las comúnmente llamadas “mañas” que se ingenian los estudiantes, para obtener mejores resultados en sus respectivos exámenes, y todo a través de los celulares!! En Chile, por ejemplo, se presenta un caso muy particular que ha sido reseñado por el diario emol: “Entre las novedosas técnicas que presentaron los académicos está la posibilidad de escanear la etiqueta de una botella de bebida y cambiar el texto de los ingredientes por las materias que deben estudiar.
Subidos a la corriente de las nuevas tecnologías, los estudiantes dejan atrás las tradicionales “torpedos”, escritas en pequeños papeles, en gomas de borrar e incluso en la piel del aprendiz, y dan un nuevo uso a los nuevos aparatos que permiten trasladar texto, imágenes o sonido en pequeñas dimensiones” (http://bit.ly/OHs86s).
Con el nacimiento del internet, los trabajos de los estudiantes se hicieron cada vez más sencillos; un simple coyp – paste aumentaba las hojas del preciado documento. En Reino Unido, las instituciones educativas cuentan con Turnitin, un programa que analiza la confidencialidad de los trabajos.
“Este software escanea pasajes del texto y los compara con una base de datos que contiene 155 millones de informes de estudiantes, 110 millones de documentos y 14.000 millones de sitios de internet” (bbc.in/eTUVyr).
Sin embargo, para el plagio a través de aplicaciones de celulares, sólo contamos con una solución: prohibir su uso en el salón de clases. Ante esta situación, miles de estudiantes estarán en desacuerdo con la medida.
Pero no olvidemos que los celulares fueron creados para facilitar la comunicación entre las personas; ni las redes sociales, ni los chats ni ningún tipo de aplicación móvil debe ser entendida, desde la enseñanza y el aprendizaje, como el medio para obtener buenas calificaciones.
Dónde quedan los valores, la iniciativa por aprender… les comparto la frase de Jude Carrol, autora del Manual para evitar el plagio en la educación superior: “Ser ‘original’ no significa tener ideas nuevas, nunca antes expresadas por el ser humano; simplemente quiere decir que hagas tu propio trabajo”.
Paola Guzmán Vanegas
@paoguzmanv
Coordinadora de Proyecto
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